Su origen nos remonta varios siglos atrás, y está relacionado con el culto pagano a la diosa Astarté, estandarte de la fertilidad y la continuidad de la vida. En los primeros días de abril, las regiones de la Europa antigua celebraban el comienzo de la primavera, y hallaban en el conejo un símbolo perfecto de la abundancia y el progreso, por lo que no tardaron en asociar al animal con la mencionada diosa, cuyo nombre fue modificado posteriormente al vocablo anglosajón como Easter, que significa Pascua.
Tiempo después, la tradición se traslada al marco de la incipiente religión cristiana, cuya leyenda del Conejo de Pascua ayudó a reafirmar aún más esta creencia folklórica, siendo los emigrantes alemanes los encargados de introducirla en Norteamérica hacia finales del siglo dieciocho. A partir de ese momento comenzaron a comercializarse conejos de chocolate, como incentivo para los niños que se portaran bien.
La historia en sí, recoge el pasaje de la muerte de Cristo, y la presencia de un conejo a los pies del sepulcro, que observaba como los fieles acudían al lugar para llorar y lamentar aquella desgracia. Allí permaneció día y noche, mientras se preguntaba quién era aquella persona que todos adoraban tanto.
Al tercer día, el animal observó cómo unos ángeles removían la piedra que tapaba el sepulcro y pudo ver en su interior a un hombre que permanecía de pie doblando las sábanas con que había sido envuelto. Desde ese momento, el conejo comprendió que se trataba verdaderamente del Hijo de Dios, y partió inmediatamente a dar la noticia al mundo.
Al no poder expresarse con palabras, el conejo decidió regalar huevos llenos de color, como significado de la alegría y el regocijo por la resurrección de Jesús. De esta manera, la costumbre ha llegado hasta nuestros días, donde las familias suelen regalar golosinas de chocolate en forma de huevo cada domingo de Pascua, con motivo de rememorar la resurrección y la esperanza de salvación para todos los hombres.
No obstante, el huevo como símbolo, data de la antigua civilización egipcia, donde el ave Fénix resurgió de sus cenizas en forma de huevo, y de esta manera, las personas lo intercambiaban para expresar su esperanza y deseos de renovación.
Otras culturas, como la china y la persa, consideraban el huevo como un elemento que alberga la vida en su interior, por lo que fue considerado una clara alegoría a la fertilidad, y en ese sentido, también se hicieron eco de la tradición, regalándose entre sus habitantes huevos pintados con tinte natural.
Otra versión de la historia, se basa en la prohibición que establecía la Iglesia de consumir huevos durante el período de Cuaresma, una etapa donde generalmente se exhorta al recogimiento y la privación de numerosos hábitos alimenticios. Esta situación, obligaba a los campesinos y productores a recolectar los huevos puestos por las gallinas durante ese tiempo.
Teniendo en cuenta que deshacerse de los huevos también era considerado un pecado, la producción se estancaba, y los huevos se apilaban a montones. Esto trajo como resultado que al finalizar la Cuaresma, las personas decidieran regalar los huevos almacenados a todas las personas que acudieran a la iglesia el Domingo de Resurrección, y con el paso del tiempo se convirtió en una tradición regalar cestas de huevos coloridos.
Los colores también guardan un significado específico. Si bien en un principio, los huevos se coloreaban en rojo carmesí para simbolizar la sangre derramada de Cristo, luego fueron asumidas otras tonalidades como el amarillo, sinónimo de la luz salvadora, y el azul, que es un color típico del período pascual en la religión católica.
Luego de los huevos pintados, y aprovechando el auge de la industria chocolatera en el siglo diecinueve, los dulceros aprovecharon la tradición de la Pascua para confeccionar deliciosos huevos de chocolate que acompañaban además con otros ornamentos. La tendencia partió desde la región austriaca hasta repartirse por todo el mundo, y en nuestro país, especialmente, Cataluña y Valencia, existe una costumbre arraigada de moldear figuras de chocolate para la celebración de la Pascua.
Generalmente, para conmemorar las fechas pascuales, y con el objetivo de introducir a los niños en las tradiciones cristianas, muchas familias llevan a cabo un juego con los miembros del hogar, que consiste en esconder los huevos de chocolate dentro del hogar. Una vez descubiertos los regalos, los niños se sientan a disfrutar de ellos, mientras sus padres le cuentan la popular leyenda del Conejo de Pascua.